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UN VISTAZO A LA MAGIA EN LA EDAD MEDIA

Johan Caballero

Por: Johan Caballero.




LOS PROBLEMAS DE LA RELIGIOSIDAD MEDIEVAL (A MODO DE INTRODUCCIÓN) 

Hablar de la Edad Media siempre resulta controversial pues los prejuicios están siempre presentes, los prejuicios que se dirigen —regularmente— a dos direcciones: quienes hacen del Medioevo una época oscura, llena de ignorancia y fanatismo religioso; y quienes buscan rescatar todo lo bueno del periodo mediante explicaciones vagas y superficiales. Debemos comprender que el problema capital del periodo es la salvación de las almas en el otro mundo. Este artículo no es una tesis, es eso: un artículo de divulgación que ojalá ilumine a las personas interesadas en el tema, que aporte algo a su curiosidad este artículo y si tu anhelo es aprender más al respecto es recomendable la bibliografía utilizada.



EL PROBEMA ENTRE MAGIA Y CLERO

El acceso a la comunicación con los espíritus y los conocimientos secretos  de los fenómenos naturales provocaron un verdadero dolor de cabeza al clero. Según el Livre de Tresor, de Brunetto Latini, Zoroastro creó la magia a partir de ciertos encantamientos y palabras; es entonces que se establece una relación con el demonio y se cree en las palabras como instrumento del poder.[1]


“El mago Zoroastro”, 1425 (tomado de S. Page, La magia..., p. 7).



En la magia los demonios escondían sus “maliciosas intenciones”, por lo que la Iglesia tenía que fijar su postura al respecto. En la Biblia, la magia y la adivinación estaban condenadas (Levítico, 20, 6; Pedro, 8: 9-24; Apóstoles, 19: 13-19). Para san Agustín existía una clara división en cuanto a lo sobrenatural. Por una parte, las artes mágicas y la adivinación eran causadas por los demonios o espíritus malignos; mientras que los milagros solo eran obra de Dios. Esta idea fue retomada por la Iglesia, asumida como contacto con el mundo sobrenatural, de ahí su hostilidad y condena contra la magia. Desde el siglo IV la Iglesia condenó la magia en distintos concilios, en el Código Justiniano (534). E incluso en el 789, Carlomagno “establece medidas severas contra quien practique necromancia,adivinación y otras formas de magia  demoniaca”.[2] Pero también se establece que la magia lícita e ilícita dependerá del uso que se le dé.

Como vemos, la magia comienza a distinguirse de manera más clara. Tenemos al mundo natural que representa signos y símbolos: animales, plantas, minerales, piedras preciosas, criaturas, sonidos y palabras que provocan efectos extraordinarios. Dentro del mismo mundo natural encontramos el calor, el frío, la sequedad o la humedad. Antonio Clericuzio escribe al respecto:


Hasta el siglo XII se establece la distinción entre la magia natural, que comprende el conocimiento y uso de las virtudes ocultas, de simpatías y antipatías, y la magia demoniaca, considerada una práctica ilícita auxiliada, en claro rechazo a Dios, por los demonios.[3]



LA FIGURA DEL MAGO Y LA HECHICERA

En los diversos manuscritos medievales, crónicas y romances, los magos aparecen como consejeros del rey. Un ejemplo notable es el mago Merlín: en Anchiennes Croniques d’Engleterre (1442-1444), de Jehan de Wavrin,[4] el tirano Vortigern consulta a cuatro adivinos sobre el derrumbe misterioso de una construcción. Se decía que había que rociar los cimientos con sangre de un huérfano y este sería Merlín, mas este dio al rey la explicación de que unos dragones subterráneos estaban peleando, e interpretó su significado político.[5]

Las hechiceras fueron asociadas con los “trastornos de la naturaleza” pues sus poderes se debían principalmente a su conocimiento sobre las plantas. Por ejemplo, en una ilustración del siglo XIV se ve a tres hechiceras preparando un remedio para un niño que está en los brazos de la clienta.


“Brujas preparando medicina con ayuda de un demonio”, siglo XIV.


Aparece la idea de que las brujas actúan como una secta que conspira para destruir a la cristiandad y tenemos el estereotipo de la bruja: vuelos nocturnos ante los cuáles se podía  usar como “arma espiritual” el repique de las campanas para provocar la caída de sus escobas, reuniones secretas llamadas sinagogas —después se impondrá el término sabbat—, se adora a Satanás quien se presenta en forma de chivo, etcétera.[6]



ENTRE CONJUROS Y RELIQUIAS

Los talismanes y amuletos eran muy usados en la hebilla del cinturón o se solía llevar hierbas entrelazadas en las piernas y los brazos para proteger de la mala suerte, esto al tener raíces paganas se cristianizó mediante la aplicación de un Pater o un Credo. Las pociones también eran muy usadas y de acuerdo con documentos jurídicos, habían pociones para abortar o matar y se componían principalmente de belladona y las bayas de madreselva.

Para volver impotente a un hombre bastaba con que la mujer se desnudara, se cubriera con miel y se revolcara en trigo. Posteriormente se recogían los granos, se molían de izquierda a derecha y con la harina se hacía un pan dado al hombre.  Esto bastaba para castrarlo. Si el pan era fabricado de forma “normal” pero era amasado sobre las partes genitales de la mujer, entonces provocaba el deseo en su marido o en su enamorado. Otra receta de amor (o amarre, como le diríamos hoy) consistía en introducir un pez vivo en la  vagina de la mujer hasta que muriera, después se sazonaba, se cocía y se le daba de comer al amado. Sin embargo, es necesario recordar que la finalidad del amarre en la Edad Media no era encontrar el placer sino la procreación.[7]


Finalmente, debemos darle un lugar a las reliquias pues estas y las hostias eran usadas para evitar pestes y carestías así como favorecer la fertilidad en los campos; e incluso para buscar socorro en casi de la amenaza de una invasión. La importancia de las reliquias es de  orden social y judicial al grado de que los juramentos se realizan sobre las reliquias.

El origen de las reliquias en el cristianismo data del siglo III o IV con el culto a los mártires. En los cuerpos de los mártires conservaban “una presencia divina y de alguna manera entonces sus cuerpos se habían convertido en templos del espíritu santo y entonces conservaron una  huella del poderío sobrenatural que los había animado o movido en el momento de su fallecimiento”.[8]

Se denominaron “Santos confesores de la fe” a aquellos que no sufrieron el martirio mas gastaron todas  sus energías  por propagar la fe o que defendieron la ortodoxia. A  los santos cuyas hazañas se basaban en el ascetismo se les construyeron monumentos conocidos como moriae y martyria.

Entonces a estos mártires y santos se les construyeron santuarios o, mejor dicho, para conservar y proteger sus restos. En estos lugares se estableció un punto privilegiado de contacto entre el Cielo y la tierra pues “entre más reliquias se podían acumular en cierto lugar, más se tenía la posibilidad de hallarse protegido de todos los males tras esta muralla espiritual”. Pero también se estimulaba la fe en las personas, lo que generaba una recolección de limosnas para construir catedrales como Sant-Martin de Tours o Saint-Jacques de Compostela.


“Cabeza de San Juan Bautista”, ubicada en la Catedral de Amiens (Relics).


Como vimos, entonces el culto por las reliquias también fue usado por la Iglesia pues los obispos lo retomaron debido a la importancia que implicaba en la sociedad. Sirvió como una “institucionalización” del culto a las reliquias. Ocurrió también una invención de reliquias para fomentar el culto y tener control de la devoción popular.

Existía, no obstante, un problema mayor: la excesiva circulación de reliquias. Los santos abundaban por todas partes y la Iglesia se vio obligada a establecer un proceso de investigación para determinar quiénes eran santos o santas mediante una investigación de méritos y milagros de cada personaje. 



NOTAS

[1] Sophie Page, La magia en los Manuscritos Medievales (Madrid: AyN Ediciones, 2006), p. 7

[2] Antonio Clericuzio, “Lapidarios y magia”, en La Edad Media II. Catedrales, caballeros y ciudades, coordinado por Umberto Eco (FCE, 2018), p. 387. [3] Clericuzio, “Lapidarios y magia”, p. 386.

[4] El rey de los bretones hacia el siglo V. Su existencia aún se mantiene en duda pues se encuentra entre la leyenda y la realidad.

[5] Page, La magia…, pp. 9-10.

[6] Jérôme Baschet, La civilización feudal. Europa del año mil a la colonización de América. Prefacio de Jacques Le Goff (FCE, 2018), pp. 256-257.

[7] Michel Rouche, “Alta Edad Media Occidental”, en Historia de la vida privada 2. La Alta Edad Media, dirigido por Philippe Ariès y Georges Duby (Taurus, 1990), pp. 113-115. [8] André Vauchez, “Las transformaciones de lo sagrado en el medioevo”, en Medievalidades I, editado por Gumersindo Vera Cabrera y José Pantoja Reyes (INAH/ENAH, 2004), p. 195.



BIBLIOGRAFÍA

Baschet, Jérôme. La civilización feudal. Europa del año mil a la colonización de América. Prefacio de Jacques Le Goff. FCE, 2018.


Clericuzio, Antonio. “Lapidarios y magia”. En La Edad Media II. Catedrales, caballeros y ciudades, coordinado por Umberto Eco. FCE, 2018.


Page,Sophie. La magia en los Manuscritos Medievales. AyN Ediciones, 2006.


Rouche, Michel. “Alta Edad Media Occidental”. En Historia de la vida privada 2. La Alta Edad Media, dirigido por Philippe Ariès y Georges Duby. Taurus, 1990.


Vauchez, André. “Las transformaciones de lo sagrado en el medioevo”. En Medievalidades I, editado por Gumersindo Vera Cabrera y José Pantoja Reyes. INAH/ENAH, 2004.







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