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EL ATENEO DE LA JUVENTUD

Por: Johan Caballero



[...] el Ateneo de la Juventud sí es un logro enorme,

y lo es en función de una meta: modificar la sociedad mexicana.

No son los únicos, pero sí los más interesados en imprimirle

seriedad a la vida cultural, y su pasión intelectual es la

nación deseable, surgida de las utopías del conocimiento [...]

CARLOS MONSIVÁIS, ESCRIBIR, POR EJEMPLO




EL POSITIVISMO EN MÉXICO

ES NECESARIO COMPRENDER como un contexto básico la introducción de las ideas del positivismo en México. La base ideológica del Porfiriato fue el positivismo, una corriente filosófica, económica y sociológica desarrollada en Francia por August Comte y Emile Durkheim, y en Inglaterra por Herbert Spencer.

En un contexto como el mexicano donde las crisis económicas y las constantes rebeliones del siglo XIX generaron una situación de caos, las ideas del positivismo que promovía la importancia de la sociedad sobre los individuos para conducirla al nivel de progreso más alto generaron gran impacto. Para estos ideólogos como Gabino Barreda, Porfirio Parra, Pablo Macedo, Justo Sierra, Joaquín D. Casasús, José Yves Limantour o Emilio Rabasa, el Porfiriato significaba el “Orden y Progreso” para así justificar la dictadura.

A partir de 1880, los responsables de la educación en México —como Justo Sierra, Enrique Laubscher, Carlos A. Carrillo y Enrique C. Rébsamen— proponían la formación de nuevos valores en la educación para corregir y darle buen rumbo a la sociedad. Acciones como el aseo y el cuidado personal como sinónimo de higiene moral y social así como la exclusión de la doctrina religiosa de las escuelas fortalecieron este modelo porfirista.[1] En palabras —un tanto irónicas— de Carlos Monsiváis, “[...] educar es hacer que lo primitivo deje de serlo y el conglomerado difuso se transforme en la Nación. Si se educa se defiende a México mediante la selección previa de las respuestas colectivas”.[2]



EL GÉNESIS DEL ATENEO

Hacia la primera década de 1900, la escritura como oficio se comenzó a multiplicar y los jóvenes de la capital mexicana comenzaron a involucrarse en las artes como la pintura y la literatura. El Ateneo se encargó de resignificar los conceptos de la belleza para así reorientar la estética.

Las ideas de este nuevo grupo cultural se tradujeron en diversas reuniones que llevaron a la creación de un grupo intelectual sólido. Desde las reuniones de jóvenes pintores como Alfonso Ponce de León, Diego Rivera, Francisco de la Torre y Gerardo Murillo (Dr. Atl), que difundieron el modernismo; hasta las reuniones hacia 1905 en casa de Antonio Caso con asistentes como Pedro Henríquez Ureña, José Vasconcelos, Alfonso Reyes, Julio Torri, Martín Luis Guzmán, Carlos González Peña, Alfonso Cravioto, Jesús T. Acevedo, Mariano Silva y Aceves, Alejandro Quijano, Genaro Fernández Mac Gregor, Luis Castillo Ledón y Ricardo Gómez Robelo, buscaron combatir a ese positivismo que negaba las humanidades.

El año de 1907 fue el punto culminante pues se manifiestan en nombre de Manuel Gutiérrez Nájera contra un escritor que quiere atacar el arte libre. La escena culminó con un desfile, conferencias y una banda tocando en la Alameda.



LA FUNDACIÓN

El 28 de octubre de 1909 se funda el Ateneo de la Juventud con participantes como Alfonso Reyes, Pedro Henriquez Ureña, Julio Torri,Rafael Cabrera, José Vasconcelos, Antonio Caso, Diego Rivera, Roberto Montenegro, Manuel M. Ponce y Julián Carrillo, entre otros. En ese mismo año se organizó en la Escuela de Derecho “una  serie  de  conferencias sobre asuntos latinoamericanos: sobre educadores de las Antillas y de México, poesía mexicana y latinoamericana, publicaciones literarias en países hispanohablantes, etcétera”.[3]

Sin embargo, lo que le dio la solidez como un grupo intelectual fue la fundación en 1910 de la Escuela de Altos Estudios y la Universidad Nacional. El grupo de intelectuales que antes se reunía para pronunciar discursos y conferencias como un medio de comunicación masiva, proponen una urgente renovación cultural mediante sus obras y conferencias.

Si bien los miembros del Ateneo se distinguieron por su calidad como artistas, también es importante señalar que la importancia de la ruptura con el Positivismo aunado a la producción ensayística notable —en comparación con otras épocas en Hispanoamérica— fue la importancia vital que se le ha asignado a este grupo intelectual.



LAS CARACTERÍSTICAS DEL GRUPO

Los ateneístas retoman el ideal de la antigua Grecia asumiéndola como modelo civilizador y como ejemplo de perfección moral y artística del ser humano. Por esta misma razón, rompen con el Positivismo retornando al ideal del humanismo y retomando lecturas de escritores clásicos como Platón, Kant, Schopenhauer, Oscar Wilde, Croce, William James, Nietzsche, entre otros. También resulta interesante su interés filosófico y espiritual en otras doctrinas no occidentales como el acercamiento a Buda y al misticismo oriental.

Sin embargo, hay que establecer ciertos matices sobre la leyenda surgida en torno al grupo. Por ejemplo, la importancia política del grupo así como la ruptura con el positivismo no fue absoluta debido a que rechazaban la idea del desprecio al humanismo llevado a cabo por el Positivismo, pero tenían fe en la educación laica promovida por Gabino Barreda —principal promotor del Positivismo en México—.



Y VINO LA REVOLUCIÓN…

Con el inicio de la Revolución mexicana, este grupo se caracterizó por mantener una apoliticidad  —a pesar de que muchos intelectuales sí tomaron partido— pues defendían la razón como un proyecto civilizatorio. Era una “manifestación razonada”.

A pesar de la incertidumbre que reinaba por los años de la Revolución, las revistas literarias siguieron circulando debido a la importancia que tenían como un “vehículo de las letras”. Por esta misma razón destacan revistas como Nosotros (1912-1914), que recogía las obras de los miembros del Ateneo que aún permanecían en México. Entre los escritores que reunía se encontraban Francisco González Guerrero, Gregorio López y Fuentes y Rodrigo Torres Hernández. 

Otra publicación notable de aquellos años es la revista Cvltvra, fundada por Julio Torri y por Agustín Loera y Chávez, que publicaba traducciones, selecciones, prólogos e incluso las obras de los mismos miembros de la revista. Entre los miembros se encontraban Manuel Toussaint, Carlos Pellicer, Salvador Novo, Antonio Castro Leal, Genaro Estrada, Jaime Torres Bodet, Xavier Villaurrutia, etc.[4]



UN “CATÁLOGO” BREVÍSIMO DE SUS TRES INTEGRANTES PRINCIPALES

Pedro Henríquez Ureña (1884-1946) nació en República Dominicana. Como lector incansable, políglota y partidario del humanismo es notable su labor como maestro de muchos integrantes del Ateneo debido a su conocimiento y difusión de la literatura hispanoamericana. Su idea del humanismo como reconstrucción espiritual de México y como rescate frente a la erudición mecánica del positivismo, lleva a sus discípulos a explorar las nuevas experiencias de lo latinoamericano.

La literatura para Herníquez Ureña es el grado más alto de la civilización, pues “la tarea más alta es la creación, la difusión y el disfrute de las obras maestras del espíritu, lo que exige eliminar la intolerancia”.[5] Entre sus principales obras contamos Horas de estudio (1910), Plenitud de España (1940) y Corrientes literarias en la América hispánica (1941), ente otros.

José Vasconcelos (1882-1959) nació en la ciudad de Oaxaca, pero debido a que su padre era agente aduanal, vivió en distintos puntos de la república. En 1896, llega a Toluca para estudiar en el Instituto Científico y Literario, para posteriormente trasladarse a Campeche para estudiar literatura francesa.

Durante la Revolución mexicana no solo apoyó con la pluma el movimiento de Francisco I. Madero, sino que inclusive participó en el asalto de un cuartel porfirista. Con el triunfo de Carranza, Vasconcelos tuvo que exiliarse. Regresó al país cuando triunfó Obregón, y por este mismo fue nombrado rector de la Universidad Nacional, desde donde comenzó a organizar la futura Secretaría de Educación Pública (SEP).

Vasconcelos es un crítico férreo del positivismo debido a la influencia notable que tuvo en México haciendo de lado las enseñanzas de la filosofía en favor del conocimiento científico como fin último de la sociedad. Tampoco desprecia el positivismo en absoluto pues nos dice que “El positivismo está hoy superado, pero debemos agradecerle que nos librara en América del candor que sale de la escolástica”.[6] 

Para Vasconcelos la educación y la cultura le permitirían a los mexicanos tomar conciencia de su situación y los problemas internos que los acechan. El mexicano nuevo no solo tendrá una visión nueva de su patria, sino también el conocimiento de sus raíces hispanas e indígenas. A esto debe ser sumado el arte con la finalidad de cultivar la inteligencia y el gozo de lo artístico como una nueva manera de superación. Sí: la razón y la ciencia son fundamentales, pero las artes permiten formar los valores humanos para así vivir plenamente.


ALFONSO REYES

La actitud humanista de Alfonso Reyes se caracteriza no por afianzar lo ya establecido, sino por una renovación de aquello que ya se da por hecho. Este empezar de cero significó comenzar por el estudio de los clásicos griegos no sin su respectiva crítica. Para Reyes, los textos clásicos eran parte de nuestra esencia y prescindir de eso significaba renunciar a las raíces propias. Debemos comprender que el humanismo —tal como Reyes lo entiende— se refiere a poner al servicio de la humanidad todos los saberes.[7]

He mencionado líneas arriba que en el Ateneo la crítica literaria adquirió una importancia mayor ya que fue un género que casi no se hacía. La crítica literaria estuvo presente en el Reyes joven, sin embargo, fue hasta 1942 cuando publicó su obra La experiencia literaria, donde incluyó el artículo “Aristarco o la anatomía de la crítica” en donde vertió sus reflexiones de manera sólida en torno a la crítica literaria. 

Para Reyes, la crítica literaria es un diálogo constante pero que se lleva a cabo en varios niveles. El primer nivel es llamado “impresión”, sin este nivel no hay crítica posible, ni juicio, ni valoración del texto. Alfonso Reyes pretende que esta “impresión” tiene la función de “iluminar el corazón de los hombres”. En palabras de Reyes:


Porque el impresionismo, entendido como el conjunto de  reacciones de una época, de una sociedad, o hasta de un solo individuo representativo, es el indicio indispensable para el filólogo; el que hace saber lo que ha dicho la voz del pueblo [...] La cultura, en general, no se construye por extravagancias y singularidades secretas [...].[8]

El segundo nivel de la crítica es el que Reyes llama “Exégesis”, es un nivel de mayor complejidad donde se domina la filología y se compone de tres subniveles: a] el método histórico se centra en el estudio de la obra en su época mental e histórica; b] métodos psicológicos, la formación psicológica y cultural en la que se forjó el autor;[9] c] el método estilístico corresponde al análisis de la lengua, de su estilo y de su valor estético puro.[10]  

Finalmente, el tercer nivel es el “Juicio”. Este nivel no se aprende, no se enseña y Reyes hace hincapié en que cada crítica es única y ahí reside el valor del crítico o crítica literaria: el genio es lo que hace única cada crítica. Dice Reyes: “No todos la alcanzan. Ni todo es impresionismo, ni todo es método. El que disponga de una naturaleza sensible a la obra literaria, el que haya vencido la dura pendiente del método, no por eso lo ha agotado todo”.[11]



Sé que estoy pecando de simplista al no mencionar más autores o personajes pertenecientes al Ateneo de la Juventud. Sin embargo, tratar las polémicas grupales, los debates historiográficos y hacer un catálogo demasiado amplio requiere de un artículo por separado.

Mientras tanto ya tenemos un poquito de conocimiento de este grupo intelectual a veces olvidado, a veces minimizado, a veces criticado que inspiró a corrientes literarias y artísticas posteriores en el siglo XX mexicano como los Contemporáneos o la Generación del ‘50.



NOTAS

[1] Karen Ramírez González, “La educación positivista en México: la disputa por la construcción de la nación”, Voces y Silencios. Revista Latinoamericana De Educación, núm. 2, vol. 8 (2017): 162.

[2]  Carlos Monsiváis, La cultura mexicana en el siglo XX (México: El Colegio de México – Secretaría de Educación del Gobierno del Distrito Federal, 2010), 22. Cursivas originales.

[3] Arcelia Lara Covarrubias, “El Ateneo de la Juventud: una episteme barroquizante”, Eutopía, núm. 17, vol. 5 (2013): 45.

[4] José Luis Martínez, Literatura mexicana siglo XX (1910-1949) (México: CONACULTA – Lecturas Mexicanas, 2001), 28.

[5] Carlos Monsiváis, Las esencias viajeras. Hacia una crónica cultural del Bicentenario de la Independencia (México: FCE, 2016), 158.

[6] José Vasconcelos, citado en Anastasio Sosa Ramosa, “El humanismo iberoamericano de José Vasconcelos”, en Humanismo mexicano del siglo XX. Tomo I, compilado por Alberto Saladino García (Toluca: Universidad Autónoma del Estado de México, 2004). https://ensayistas.org/critica/generales/C-H/mexico/vasconcelos.htm 

[7] Felipe Restrepo David, “Alfonso Reyes, crítico humanista”, Co-herencia, núm. 20, vol. 10 (enero-junio, 2014): 105.

[8] Alfonso Reyes, “Aristarco o anatomía de la crítica”, en Visión de Anáhuac y otros textos, Alfonso Reyes (México: Universidad Veracruzana, 2006), p.111.

[9] Esto suena un poco parecido a la “operación historiográfica” elaborada por el historiador Michel de Certeau quien postuló que el estudio de una obra histórica debe de enfocarse en tres  puntos: 1) el lugar social (lugar de producción socioeconómica, política y cultural; aunque se debe de incluir la biografía intelectual del autor, es decir, dónde y cómo se formó); 2) la práctica (la técnica con la que escribe el historiador, qué corrientes teóricas utilizó el historiador); 3) la escritura (qué recursos literarios utiliza el historiador, cómo usa el tiempo, la narrativa). Para mayor información véase Michel de Certeau, La escritura de la historia, México, Universidad Iberoamericana, 1993

[10] Alfonso Reyes, “Aristarco…”, pp. 113-114

[11] Alfonso Reyes, “Aristarco…”, p. 115.



FUENTES DE CONSULTA

Lara Covarrubias, Arcelia. “El Ateneo de la Juventud: una episteme barroquizante”. Eutopía, núm. 17, vol. 5 (2013): 44-55.


Martínez, José Luis. Literatura mexicana siglo XX (1910-1949). México: CONACULTA – Lecturas Mexicanas, 2001.


Monsiváis, Carlos. La cultura mexicana en el siglo XX. México: El Colegio de México – Secretaría de Educación del Gobierno del Distrito Federal, 2010.


—. Las esencias viajeras. Hacia una crónica cultural del Bicentenario de la Independencia. México: FCE, 2016.


Ramírez González, Karen. “La educación positivista en México: la disputa por la construcción de la nación”. Voces y Silencios. Revista Latinoamericana De Educación, núm. 2, vol. 8 (2017) : 152-171.


Restrepo David, Felipe. “Alfonso Reyes, crítico humanista”. Co-herencia, núm. 20, vol. 10 (enero-junio, 2014): 99-119.


Reyes, Alfonso. Visión de Anáhuac y otros textos. México: Universidad Veracruzana, 2006.


Sosa Ramosa, Anastasio. “El humanismo iberoamericano de José Vasconcelos”. En Humanismo mexicano del siglo XX. Tomo I, compilado por Alberto Saladino García. Toluca: Universidad Autónoma del Estado de México, 2004 [https://ensayistas.org/critica/generales/C-H/mexico/vasconcelos.htm].





 
 
 

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