Por: Johan Caballero
¿Cómo podemos recrear la vida de los hombres a los que no conocimos? Establecer la vida de hombres tan lejanos y que nos precede por tan solo unos cinco o seis siglos (o tres, si se toma en cuenta la opinión de Jacques Le Goff sobre que el Medioevo acabó con la Revolución francesa). ¿Cómo era el ritual para ordenarse caballeros? ¿Cómo vivían y qué normas seguían? Es más... ¿habían normas caballerescas? Lo último: ¿cómo morían?
¿SER NOBLE Y SER CABALLERO ES LO MISMO?
Intentar definir y explicar los orígenes de la aristocracia medieval resulta complejo pues hay quienes la sitúan hacia los siglos XII y XIII y otros que la remontan hasta la aristocracia romano-germánica.
Otro problema muy frecuente es intentar establecer si un caballero medieval es lo mismo que un aristócrata medieval. La principal diferencia que se observa en un principio es que quien pertenece a la aristocracia lo debe a su linaje, a “sus orígenes, reales o principescos, condales o ducales [...] que expresan su antigua participación en la defensa del orden público, pero deformados a medida que éste va borrándose en un pasado cada vez más lejano”.[1] Pero también había que darle un lugar a aquellos simples guerreros que vivían al servicio de los castellanos que va mejorando su estatuto tras recibir tierras y castillos por sus servicios para, así, fusionarse con la aristocracia.
Podemos decir, entonces, que poco a poco los términos se irían volviendo semejantes.
EL ESPALDARAZO
A la caballería se accedía mediante el ritual del espaldarazo (aunque, nos recuerda Jérôme Baschet, “el espaldarazo no hace al noble, pero [...] tiende a reservar el acceso a la caballería a los hijos de nobles [...]”[2]). El joven al llegar a la edad de 18 o 20 años es sometido a pruebas y a demostrar públicamente su capacidad, estos jóvenes son introducidos por el jefe del castillo o el jefe de familia.
Este ritual es del siglo XI, aunque su ritual más desarrollado procede del siglo XII, y se practica al final de la adolescencia cuando se ha formado militarmente al muchacho. Regularmente el ritual era precedido por una noche de oración en la iglesia en la que las armas se colocaban en el altar para bendecirse; después, se daba un golpe fuerte (la palmada o colée) con la parte plana de la espada sobre la nuca o sobre el hombro... ¡Habemus caballero!
LAS ACTIVIDADES DE UN CABALLERO
La principal actividad era la guerra, pero no las guerras que acostumbramos a ver en las películas o series en las que se enfrentan grandes ejércitos. Sino, más bien, guerras breves y con pocos muertos cuyo fundamento era el código de honor que impone un deber de justicia o de venganza. Otro elemento que vale la pena señalar es que la caballería nos deja ver que la sociedad es estrictamente masculina, “los términos que marcan la pertenencia al grupo, miles, ‘caballero’, no tienen femenino, y la mujer aparece singularmente ausente de la cultura del siglo XI”.[3]
¿Cómo se realizaban? Se realizaban a caballos pues pelear a pie era algo indigno, se requería de “la espada de doble filo [...], la loriga (o cota de malla de hierro) [que] sustituye al jubón de cuero grueso reforzado con placas metálicas de la época carolingia. Igualmente, al simple casco lo reemplaza el yelmo, que cubre nuca, mejillas y nariz”.[4] Ah, no olvidemos el escudo y la lanza larga para derribar al enemigo. Si esto suena pesado es porque, en efecto, así es. ¿Resultado? 15 kilos de peso en pura armadura.
Las guerras no se hacían en invierno para evitar el fango, el frío y la oscuridad por lo que procuraban realizarlas siempre en primavera. A veces se organizaban cacerías y torneos para “hacer algo” mientras pasaba la temporada invernal.
Hay algo más que debe considerarse sobre el caballero: el vasallaje, que “pasó a ser para la caballería la única forma aceptable de subordinación política”[5] y que “Para el caballero la sumisión era libre, honorable, individual y ligera”.[6]
Ahora bien, un caballero pasaba a ser el hombre de otro mediante un rito en el cual el caballero se presentaba con la cabeza descubierta y sin armas, se arrodillaba e introducía sus manos entre las de su amo pero este lo levantaba de inmediato para darle un beso y, así, establecer que había un vínculo de iguales.[7]
LOS VALORES O EL CÓDIGO CABALLERESCO
Poco a poco se fue consolidando un código de valores entre los caballeros y la Iglesia se empeñó en transmitir los antiguos valores reales de justicia y de paz, que no atacaran a los clérigos o laicos que no pueden defenderse, que respeten el derecho de asilo en las iglesias y que se respetaran los domingos como día de descanso o las fiestas principales para no llevar a cabo combates... Además, la Iglesia orientará a que no peleen los cristianos entre ellos y se dirijan contra un enemigo en común: los musulmanes.
LA MUERTE DEL CABALLERO
Los individuos medievales sabían cómo iban a morir, sabían cómo va a morir la persona pues aún cuando sea una muerte esperada siempre sabe que le queda poco tiempo. “Los muertos están siempre presentes entre los vivos, en ciertos lugares y en ciertos momentos. Pero su presencia sólo es sensible a los que van a morir”.[8]
Cada quien sabía que iba a morir, que su muerte estaba próxima y comenzaba a preparar sus pompas fúnebres y su misa por el descanso de su alma. Por ello mismo buscaban reunir a sus hombres, a las personas que conocieron en vida haciendo de la muerte algo suntuoso en comparación con la visión que tenemos actualmente de la muerte hasta llegar al punto de esconderla o decirla en voz baja (reproduzco el sentido de las palabras de Georges Duby).
Un ejemplo interesantísimo y muy claro es cuando nos señala Phillipe Ariès el caso de la Mesa redonda, en el cual hay un Lancelot perdido en el bosque que sabe que su muerte está cerca por lo que decide quitarse su armadura, acostarse sobre el pasto con los brazos en cruz, rezar y colocarse viendo hacia el oriente. La muerte del caballero medieval tampoco es tan compleja; mientras se encuentra moribundo, comienza a despedirse de sus compañeros y a pedirles perdón para después encomendarlos a Dios.
Guillermo “el Mariscal” se derrumba de la nada en la Candelaria, en 1219, por lo que sabe que su fin está cerca. Poco tiempo después empieza a empeorar y manda a reunir a sus mejores caballeros y se despide poco a poco de las personas que conoció en su vida y empieza a repartir sus bienes, se pone su traje de caballero templario y “Simplemente dice su muerte: ‘Muero. Os confío a Dios. No puedo quedarme más con vosotros. No puedo defenderme de la muerte’”.[9]
NOTAS
[1] Jérôme Baschet, La civilización feudal. Europa del año mil a la colonización de América (México: FCE, 2018), p. 115.
[2] Ibid., p. 116.
[3] Beatriz Rojas, Obras selectas de Georges Duby. Presentación y compilación de Beatriz Rojas (México: FCE, 2004), p. 119.
[4] Jérôme Baschet, op. cit., p. 121.
[5] Beatriz Rojas, op. cit., p. 123.
[6] Idem.
[7] Idem.
[8] Phillipe Ariès, El hombre ante la muerte (España: Taurus, 1984), p. 15.
[9] Beatriz Rojas, op. cit., p. 354.
FUENTES DE CONSULTA
Baschet, La civilización feudal. Europa del año mil a la colonización de América.
México: FCE, 2018.
Bloch, Marc. La sociedad feudal. Madrid: Akal, 1986.
Rojas, Beatriz. Obras selectas de Georges Duby. Presentación y compilación de
Beatriz Rojas. México: FCE, 2004.
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